Como suele ocurrir con la tecnología, es necesario encontrar un equilibrio entre las perspectivas catastróficas y el entusiasmo exagerado hacia las herramientas que usamos. Las inteligencias artificiales no son una excepción.
Desde hace algún tiempo, herramientas como ChatGPT han introducido la posibilidad de enriquecer la memoria de los modelos de lenguaje grande con instrucciones personalizadas o similares. En particular, ChatGPT ofrece tres opciones para esto:
Instrucciones personalizadas: Son informaciones generales que puedes proporcionar al modelo. Por ejemplo, mi ChatGPT “sabe” que estudié ingeniería biomédica hasta el último año y que ahora estudio comunicación intercultural. “Sabe” en qué trabajo, y que cuando escribe para mí, debe evitar el lenguaje excesivamente masculino, las visiones catastróficas y los tonos demasiado entusiastas.
Memoria: Esta es una función relativamente reciente. Al pedir explícitamente al modelo que recuerde algo (por ejemplo, comenzando el prompt con “Recuerda que…”), esa información específica se almacena en su memoria.
GPTs personalizados: Representan una forma más compleja de memoria y personalización.
Desafortunadamente, los términos antropocéntricos no ayudan a orientarse en estos temas. Sin embargo, inventar otros nuevos probablemente sería igual de confuso en este momento.
En Reddit y en otras redes sociales, a veces retomadas por los medios de comunicación, aparecen conversaciones con ChatGPT donde los usuarios le piden a la máquina: “Dime algo sobre mí que aún no sé, basado en nuestras conversaciones anteriores”. Otro prompt popular es: “Critícame en base a nuestras interacciones previas” (en inglés, “roast me”).
Aunque es divertido hacer esto y luego escribir posts o artículos al respecto – alerta de spoiler: los más alarmistas y preocupantes suelen generar más visitas – es importante recordar cómo ChatGPT logra “criticarnos” o decirnos algo que no sabíamos: extrapola patrones de las conversaciones, sugiriendo cosas que probablemente sean ciertas.
Por ejemplo, me señaló que hago demasiadas cosas y que me tomo el concepto de “slow” de manera un tanto pretenciosa. No hacía falta una máquina para descubrirlo, pero igualmente me sorprendió.
Más allá del entretenimiento de estos temas – que desafortunadamente saturan demasiado a menudo la conversación sobre inteligencia artificial – es interesante usar estas herramientas para hacer que sus memorias se llenen selectivamente con aquello que nos interesa, permitiéndonos usarlas realmente como asistentes personales.